miércoles, 6 de enero de 2010

el bien no hace ruido y el ruido no hace bien


Londres, 9-XII-2009. Durante el transcurso de una subasta, en la conocida casa Christie’s, un anónimo coleccionista compró por 32,1 millones de euros un diseño en papel del pintor renacentista italiano, Rafael, titulado “Cabeza de una musa”. Con dicha compra estableció así el precio más alto jamás pagado por una obra en papel del artista italiano, y el segundo precio absoluto más alto de todos los tiempos por una obra moderna. El anónimo coleccionista que pagó los 32,1 millones de euros participaba en la subasta por vía de conexión telefónica.

Roma, 12-XII-2009. Al término de la ceremonia de ordenaciones sacerdotales de 59 jóvenes, efectuada en la basílica de San Pablo Extramuros, una señora anciana se acercó al Superior. La señora llevaba dos bolsas en las manos, y al tiempo que se las entregaba, le dijo: “ya sabía de estas ordenaciones sacerdotales aquí en San Pablo. Reciba por favor esta contribución para los nuevos sacerdotes –en las bolsas había estolas y otros paramentos litúrgicos--, que he conseguido con mis ahorros de un año”. El superior quedó impresionado por este gesto de fe y de generosidad de aquella anciana. Después ella se retiró y nadie supo quién era la señora ni de dónde había venido.

En el primer caso, una persona con un enorme poder económico adquiere una obra de arte por una cantidad fabulosa, mediante una simple llamada telefónica. En el segundo, la señora anciana declara que desde un año antes había usado sus ahorros para conseguir los regalos que quería ofrecer a los sacerdotes. Dos hechos de vida de dos persona anónimas. El primer hecho salió puntualmente referido en los periódicos, mientras que el segundo lo registraron sólo los padres que se encontraban en la basílica, después de la ceremonia religiosa.

Hay mucho, mucho bien en nuestro mundo que no hace ruido. Alguien dijo con mucho tino que el bien no hace ruido y el ruido no hace bien. En el acto de generosidad de la anciana de Roma nos parece volver al Evangelio, donde Jesús nos señala el ejemplo de una pobre viuda que acababa de echar unas moneditas en la alcancía del templo. Y Nuestro Señor añade: “En verdad os digo que esa pobre viuda echó más que todos… ella, en su pobreza, echó todo cuanto tenía para su sustento” (Marcos 12, 43). La generosidad de esas almas, que se privan hasta de lo necesario para ofrecerlo a Dios o al prójimo, queda inadvertido para el mundo mas no para Dios, quien ve y conoce el corazón de cada persona.

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