viernes, 12 de febrero de 2010

Se acerca la Cuaresma


EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

1. Imposible vivir sin perdón. La experiencia de vivir no perdonado es una experiencia dura que envuelve a la persona y la margina hasta arrinconarla. Quien no se siente perdonado vive marginado, como en una especie de huida hacia ninguna parte.

La vida es camino. Y es camino no sólo hacia un sitio, sino, sobre todo, hacia una persona, hacia un corazón. No vamos a sitios. Vamos hacia alguien. Es importante entender esto para abrirnos al perdón. El niño pequeño que ve los brazos abiertos de su padre o de su madre camina hacia esos brazos. Aprendemos a caminar atraídos por unos brazos que nos acogen, nos levantan, nos marcan camino y etapas. Esos primeros momentos cuando el niño aprende a andar es como una parábola de la vida humana. Todos caminamos en la vida hacia unos brazos que nos abracen. De lo contrario, la vida se convierte en un ir y venir hacia nadie, y por eso mismo, hacia el vacío.

2. “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores (Mt 9,13) Los que creemos en Jesús nos encontramos con una gran palabra de confianza. Jesús viene a llamar a los pecadores. Jesús se pone como meta el abrazo y la acogida de los pecadores. Es posible recibir el perdón en la comunidad cristiana. Tenemos alguien a quien ir y a quien pedir perdón con la confianza de que nunca defrauda.

3. En general, los cristianos no entienden el sacramento de la penitencia. Existe, además, miedo y desconocimiento a descender a la profundidad del la persona. Son muchos los que desconocen su corazón. Celebrar la penitencia es alegría y es paz cuando uno entra en el laberinto del misterio personal donde nos jugamos nuestras opciones, esperanzas, cambios, dificultades, incoherencias.

4. Juan Pablo II ha enunciado cinco impedimentos que obstaculizan la comprensión del sacramento:

Letargo de la conciencia. Hay una ignorancia religiosa supina. Basta preguntar qué libros religiosos compra la gente. El sentido de lo divino se esfuma en magia (cartas, adivinos, new age, lo esotérico, etc.). El Dios personal no es comprensible. De Dios nos cuesta hablar, preferimos no sacar el tema. Vivir como si no existiera. Además, si tratas esos temas eres “pasado de moda”. El núcleo sagrado del hombre, la conciencia, está olvidada.

Pérdida del sentido del pecado. El pecado es una realidad más grande que nosotros mismos. Vivimos situaciones de pecado organizadas: injusticias. Hay excluye a Dios de la vida profesional. Hay una manera de envolver al pecado que hace que no parezca pecado. Son los pecados sociales que atentan contra los más pobres. Hay pecados y situaciones de atentado contra los hermanos que claman al cielo, pero están ahí y o no se atacan o no se conocen. Esto hace perder el sentido de pecado: “las cosas son así” y no hay profetas en contra de esas cosas que son así... Es preciso buscar la raíz de por qué las cosas funcionan así... para sacudir al pérdida de sentido del pecado.

Pérdida del sentido de arrepentimiento. Reconocer el error personal no está de moda. Siempre la culpa la tienen otros. Por eso es difícil pedir perdón. La escena del traspaso de responsabilidades que vemos descrito en el relato de la caída del Génesis 3 es una gran realidad hoy que se extiende por todas partes. Y si no hay arrepentimiento no tiene sentido el sacramento de la penitencia. Arrepentirse es desear un cambio personal. Arrepentirse no es pensar: es sentir y hacer, es cambiar.

Falsa comprensión del sentido del perdón: como si éste fuera recibido directamente de Dios sin necesidad del sacramento. “¡Yo me las apaño –me las entiendo a solas con Dios!”. “Yo hablo a Dios y le pedio perdón y ya está”. Es cierto que Dios escucha la súplica y la oración que brota del corazón y que perdona y acoge. Pero es cierto que la Iglesia fundada por Jesús siempre entendió y realizó como camino de perdón el sacramento de la penitencia. Jesús dejo a su Iglesia un instrumento de salvación, de reconciliación y de perdón. NO es algo que la Iglesia se inventó, sino que le dejó el Señor. Nadie tiene derecho a prescindir de este camino sacramental regalado por Dios.

Celebración rutinaria del sacramento tanto por parte del presidente de la celebración como del penitente. Hay que reconocer que la celebración práctica de este sacramento ha llevado a abusos y al desuso. Un sacramento realizado como simple desahogo, como simple decir, sin sentir, como rutina... Un sacramento en el que el sacerdote es poco celebrante... hay una renovación que no siempre ha sido asimilada; por otra parte hay que reconocer que hay muchos sacerdotes que son los que más acogida paterna dan.

5. Reflexión pastoral

La llamada de Jesús a la conversión, la llamada de los profetas a la conversión y a la penitencia no mira a las obras exteriores, sino a la conversión del corazón, a la penitencia interior. Sin penitencia interior todo es estéril y engañoso.

Penitencia interior es una reorientación de la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, un ruptura o dejar atrás con el pecado. La ruptura va acompañada del sentimiento de arrepentimiento.

La conversión es, en primer lugar, obra de Dios que hace volver a él nuestro corazón. Es Dios el que nos da un corazón nuevo y arrepentido. Ayuda a reconocer que la conversión es obra de Dios el que los responsables de la celebración del perdón en la comunidad se “parezcan” y “obren” como Dios: acogida, comprensión, ayuda, palabras de aliento... La gente, sobre todo los jóvenes y adultos, ya saben lo que está bien y lo que está mal. Necesitan palabras de apoyo y de animación para caminar.